Soy un intento de escritora de ciencia ficción, amante de la tecnología, que aspira a convertirse en ingeniera industrial. Tengo mi propio modus operandi en la vida y por eso me llaman "indie" (o rara, según la persona). Mi género de música favorito es el que da nombre a mi forma de vida. Además, soy una enamorada del espacio. Mis hombres son Isaac Asimov, Iron Man y Sherlock Holmes.

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Cuentos de amor (y demás cosas que saben a azúcar) 24.2.12
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(Esta vez con música) :3 Este es un relato que escribí hace mucho, mucho tiempo. Es de lo más viejos que tengo, de hecho. Nunca me ha gustado mucho el género romántico, sin embargo, esta historia me recuerdo a algo...bonito. No sé. Es como esa sensación de que todos podemos encontrar el amor, en cualquier lado. ^^


¿OJOS QUE NO VEN, CORAZÓN QUE NO SIENTE?

Claudia caminaba a mi lado, con su despacio andar, que hacía que siempre que teníamos que ir a algún lugar, llegáramos tarde. Pero esa era una de las cosas que más me gustaban de ella.


Éramos amigos desde pequeños, pero ella no sabía nada de que la quería. ¿Cómo iba a imaginarse que un gran amigo suyo estaba colado por ella desde los diez años? Creo que solo unos pocos amigos míos sabían eso, y les había hecho jurar que nunca lo dirían.


Muchos decían que era la chica mas guapa del colegio, pero a mí no me importaba. Al fin y al cabo, nunca la vería. Era ciego de nacimiento, pero siempre había podido ver las cosas de otra manera. Las olía, las oía y siempre me las imaginaba. Claudia siempre me había descrito las cosas a su manera, haciendo que yo las viera a través del tacto, de cómo me lo contaba… Me explicó el olor de los colores, me contó cómo era de grande el cielo y susurró al oído el color de la libertad.


Y así sin quererlo, me enamoré de ella. Quizás también era por que cuando quedábamos me daba la mano para que no me perdiese, o que siempre se compraba zapatos que metieran ruido para que la oyera caminar y me la imaginara andando por las calles de Barcelona, pero también era su propia esencia la que hacía que yo estuviera enamorado de ella. Aquel día en especial, íbamos por la calle sin rumbo fijo cuando de sopetón me soltó:


— ¿Sabes? Enrique me ha contado una cosa.

— Ah ¿sí? ¿Y qué te ha contado?

—Un secreto.

— ¿Un secreto? — por lo que acababa de recordar, Enrique era uno del cerrado círculo de amigos que tenía que sabían que me gustaba Claudia.

—Sí, que tú estás enamorado de mí.

Eso me sentó como una patada al estómago. Lo malo de no ver a la gente, es que no sabes que cara están poniendo en cada situación.

— Ah… Creo que voy a matar a Enrique.


Y de pronto, así sin más me besó. Yo me sentía el chico más feliz de la Tierra. Sentía sus labios de melocotón sobre los míos y creí que me iba ha fundir con ella para siempre. Pero se separó. Me dio la mano y siguió caminando.


— ¿Y ahora qué? — pregunté inseguro. —Ni siquiera te he regalado nada en todos estos años que llevamos juntos… — lo cierto es que era lo peor que podía haber dicho. Pero claro, un servido, es así.

— ¿Cómo que no me has regalado nada? Me has dado el regalo más valioso de todo el planeta.

— ¿Y cuál es?

Claudia estuvo callada durante un momento. El aire olía a pinos y a perfume de frambuesa. El aire emitía un ruido suave cuando se colaba entre el pelo de Claudia. Un pájaro cantó a lo lejos y oí un suspiro. El suspiro de Claudia.

—Tu compañía. — dijo volviéndome a besar.







"I'm the master of my fate: I'm the captain of my soul".